martes, junio 28, 2005

Poltergeist

Siempre me han maravillado los objetos inanimados con vida propia. No me refiero a los ordenadores, sino a cualquier cosa inerte con voluntad o movimiento de naturaleza no sólo desconocida sino oscura.

Particularmente, en estos días que corren, me trae de cabeza el mecanismo de cierre del portón del maletero de mi utilitario. Como si una mano invisible con una llave maestra la accionara, la cerradura se abre y se cierra a capricho en el momento más insospechado. Otras veces este ente misterioso se esconde en la paquetera y desde dentro no me deja abrirla.

He de confesar que si no del todo miedo, un cierto respeto sí me inspira. Así, hasta que lo lleve la semana que viene a exorcisar, no me atreveré a levantar las alfombrillas, vaya que me encuentre caras como las de Bélmez.

Las reglas del juego

Cuando era pequeño vivía en un edificio con soportales, jardines, plazoletas y piscina rodeado de olivares. Era tal el aislamiento que crecíamos casi asilvestrados y los contactos con la civilización -ir al pueblo a comprar chucherías, por ejemplo- requerían organizar una expedición.

Éramos un microcosmos casi autosuficiente para las necesidades de diversión que teníamos. Según la moda imperante, a cada tiempo tocaba jugar a una cosa y los juegos de mesa -o más bien de tablero, poque jugábamos en el suelo- tuvieron más de una vez su ocasión.

Se jugaba así dictaba el dueño del juego y más de una vez llegó a suceder que un jugador eliminado y aburrido leía las instrucciones que resultaban diferir de las prescripciones del propietario.

"Ya, pero es que en mi casa jugamos así" o "no, pero es que así es más divertido" eran las salidas frecuentes de esos que realmente no se habían parado a leer el manual o que pretendían poner a la ley de su lado. A partir de ahí podía pasar cualquier cosa; desde que se terminase en ese momento la partida por la vía civil o la criminal, hasta que hubiese acuerdo sobre cómo proseguir. Imprevisiblemente podía haber consenso o conflicto.

Nos hacemos adultos y seguimos igual. Nos metemos en gatuperios de los que no sabemos las reglas o no las acordamos antes de empezar. Y al final llegamos a la misma situación desagradable.

La diferencia -me parece a mí- es que ahora todos salimos perdiendo.

lunes, junio 27, 2005

Petardas

¿Qué es una petarda?¿Qué es ser una petarda? Me enfrento a la dificultad de dar una definición acertada de la palabra. Todo el mundo tenemos en la cabeza la idea de qué es ser así, incluso podríamos hasta ponerle cara a esa idea.

No hay nadie como un gay para pronunciar esta palabra con la entonación correcta, dándole esa sonoridad que hereda de sus consonantes. La implosión de la P inicial, la R alargada vibrando... Eres una petarrrdaa.

Pero sigamos intentando sacar alguna definición. Podría ser una tía informal, de esas que te dejan tirado más veces de las que la llegas a ver y que tienen un magnetismo que hace que la vuelvas a llamar. Fusilando de por ahí, podría añadir que es como una diva mundana, sofisticada y a la vez vulgar, cínica y sincera, irónica y sarcástica.


Continuará....

domingo, junio 26, 2005

El reverso tenebroso

Mi vida es un carpicho de la dualidad. Hay una línea difusa que marca la frontera entre una y la otra mitad. Por un lado estoy yo y en el otro mi inconsciente.

Sí, vale, así somos todos, esto no es ningún tipo de exclusividad; pero tampoco pretendo que lo sea. Aunque quizá no muchos sean conscientes de la existencia de su inconsciente, o no le hagan caso o no sea tan poderoso -por decirlo de alguna manera- como el mío. Y donde se manifiesta en toda su plenitud es en los sueños. Ese submundo reflejo de miedos y deseos.

Esta noche he tenido un sueño sobre un tema que últimamente se suele repetir mucho, pero eso no es exactamente lo que quería contar. El caso es que en el sueño había dos personas hablando italiano. ¿Cómo se puede soñar en italiano cuando no se sabe italiano? Pues ahí está la grandeza de mi otra mitad.

Si de verdad tuviese la certeza de que sometiéndome a él alcanzaría el poder absoluto para no sufrir, de veras que no me lo pensaría. Aunque me volviese un malvado; que, quizá sea lo que me hace falta.

sábado, junio 25, 2005

Caducidad programada

Todo tiene un final. Desde que los antiguos dejaron de existir, ya nadie se preocupa por hacer nada para que dure para siempre. Dentro de varios siglos o milenios, nadie encontrará una pirámide del siglo XX y mucho menos un aparato electrónico del XXI.

La costumbre hace extraños compañeros de viaje. Nunca tuve gran ilusión por tener un electrodoméstico de esos que son portátiles y sirven para hablar; pero la inadaptación social y la generosidad de una persona hiceron que uno de esos terminase en mis manos. Y parace que su tiempo toca a su fin. Pese a que me resistía a que fuese o se considerase un apéndice de mi persona, al final el uso degenera casi en abuso y si bien no es algo completamente imprescindible, termina siendo algo bastante necesario.

Y parece ser que es el final del aparatejo. Las habladurías populares y algún amigo ingeniero comentan que estas cosas se fabrican con una fecha de caducidad programada, con el claro objeto de una vez enganchado a su uso, te vuelvas una víctima del consumo. Y en esas me veo yo.

El segundo plano del asunto es la forma de pago y la compañía a la que hacer un poco más rica. Mientras siga dándole vueltas a eso, seguiré dejándome los dedos apretando botones que no siempre funcionan.

Así que si me llamas y no lo cojo, ya sabes por qué es.

jueves, junio 23, 2005

Naufragando

Nos caímos del barco y decidimos nadar juntos, para que si uno se cansaba, el otro le ayudase. Pero de repente y sin mediación de corriente alguna, nadábamos en direcciones opuestas. En ese momento pude haber virado y seguirte, pero algo me hizo continuar hacia donde me dirigía.

Y ahora lo pienso y me preocupo por ti. Yo he llegado a la isla en la que siempre termino, en la que me tumbo debajo de un techo de hojas de palma, cerca de la orilla y miro al horizonte por si aparece un barco, atento para correr tierra adentro y hacer desaparecer cualquier signo de que hay alguien allí. No sea que me quieran rescatar.

Licántropos

Esta noche es especial, la bella Selene está más cerca de nosotros de lo que ha estado en muchos años. Los habrá a los que les da igual, ni lo saben ni les interesará nunca. Otros lo tomarán como un dato estadístico, lo transformarán en un número que confinarán en una tabla. Y los menos, pero los más auténticos, subirán al lugar más alto al que puedan llegar y le aullarán. Entonarán canciones rituales aprendidas de los ancestros y danzarán bajo la luz blanca.

De alguna manera o de otra, nos afectará. A cada uno de una manera, pero tendrá su repercusión. Desatará los instintos, revelará la naturaleza de cada cual y sin ningún tipo de reparo, cada uno actuará como inmerso en un trance pero llevado por sí mismo de la forma más natural, irresponsable e irracional.

miércoles, junio 22, 2005

El porqué de las cosas

Desde esta montaña de bytes, que es a la montaña de la red mucho menos que un montoncito de arena que pueda hacer un niño en la playa, no pretendo marcar el rumbo de los pocos perdidos que han dado con este sitio, no es mi intención daros al dictado unas pautas a seguir. Soy lo más alejado que se pueda ser de un mesías, no poseo la verdad absoluta de absolutamente nada y desconozco la manera de iluminaros. A lo más a lo que puedo llegar es a sacudir vuestras cabezas con mis preguntas y reflexiones.

Y es que pienso que la verdad no está ahí fuera, sino todo lo contrario. Cada uno deberíamos asumir nuestra existencia planteándonos cada cosa que hecemos y siempre sabiendo cuál es la motivación que nos empujó a actuar así.

Por eso hoy titulo esto el porqué de las cosas, porque quiero saber y quiero que sepáis.

Y puede que un día os cuente qué me llevó a escribir este blog.

martes, junio 21, 2005

Historia de una pared

Una mañana me levanté con muchas ganas de hacer algo, pero no sabía qué. Estaban empezando a pasar demasiadas horas y temía que el día se fuese sin aprovechar esos ánimos.

Y tuve una idea. Fui a la tienda de la esquina, de esas que hay en las esquinas de todas partes, y compré ladrillos. Luego, en esa otra en la que atiende una señora tan mayor como simpática pedí cuarto y mitad de cemento y medio kilo largo de arena. Con mi compra en bolsas me fui a mi casa a levantar una pared.

Poniendo toda la ilusión del mundo fui colocando ladrillo a ladrillo, guardando el aparejo y manteniendo perfectamente alineadas las hiladas. Casi cuando era de noche ya había terminado. Ante mí, aplomada y majestuosa se levantaba la pared.

Entonces me di cuenta de que no podía pasar.

Mi termostato

Hace ya tiempo pienso que tengo el termostato averiado. Me cuesta dilucidar si hace frío o calor. Siendo así, ya no tengo ninguna referencia para saber cuál sería la temperatura ideal.

No tengo ninguna intención de ir al polo ni a algún desierto, los extremos son fáciles de reconocer y en esos terrenos no me muevo.

Y diréis que estoy loco, pero ahora que llega el verano tiendo más al calor. Incomprensible e irracionalmente me decanto por el calor.

El mar

Te tengo tan lejano pero te siento dentro. Tu rumor, tu cadencia, arrastrando guijarros en las mañanas mansas.

Lunes, martes, miércioles y no te veo. Jueves, viernes, te añoro. Fin de semana y el calor no remite. Como si fuese de allí de toda la vida, con la necesidad de verte de un enamorado.

Furia desatada, espuma. La centrifugadora de lavar resacas, el azote y la calma.

A veces helado, otras reparador, pero siempre bálsamo para los ánimos, generador eterno de energía; baúl profundo para el olvido, reflejo plata y gris para la melancolía.

Mallrats

No me gustan los centros comerciales. Para empezar porque no me gusta ir de compras, que es lo que se supone que se va a hacer en sitios así. Y escribo se supone porque me da la sensación de que mucha de la gente que frecuenta estos lugares no van realmente a comprar.

Me gusta hacer las cosas que voy a hacer; si hay que comprar, se compra, y así con todo. Las divagaciones para el blog.

Así, lo que se suele encontrar en los centros comerciales son masas de personas compuestas principalmente por adolescentes ruidosos. Claro, que es al ruido a lo que parece que se incita -además de comprar, lógicamente- con esas músicas a volumen infernal; y no entro a valorar el gusto o la calidad.

Como siempre, nos da por importar lo peor de cada casa. El paseo por la calle, las tiendas pequeñas, coquetas y curiosas cambiados por un día entero desde el café, la primera compra, el aperitivo, más compras, luego el almuerzo y más compras aún; cena, cine y todo sin salir del mismo recinto. ¿Cómodo? A mí no me gusta.

Ps: Ironías del destino, ahora trabajo en uno de esos.

lunes, junio 20, 2005

Terrorismo inofensivo

Nunca me he considerado un transgresor, ni un revolucionario, ni siquiera demasiado rebelde, pero a veces sí saco mi lado gamberrete. Claro, que suelen ser gamberradas sin malicia y que no provocan situaciones o daños irreversibles y nunca son contra ninguna persona en particular. Terrorismo inofensivo, se podría llamar.

Un ejemplo de esto pueden ser aquellos intentos -que se llegaron a hacer logros- de reventar las ventanas del messenger. La cosa consistía simplemente en invitar a gente indiscriminadamente a una conversación hasta que la ventana no diese más de sí. Hacedlo, es divertido.

En principio la gente se quejaba porque no podía seguir la conversación, aunque generalmente no se podía decir que había una conversación. Y era algo que yo no me explicaba bien. El que más o el que menos, ha estado en un chat alguna vez y ahí suele haber mucha gente hablando a la vez, claro que no todos con todos. Cada uno se va agregando a la conversación que más le gusta o interesa y obvia las demás.

Otro día escribiré sobre mi capacidad para irme por las ramas y variar de tema, pero ahora voy a terminar esta disertación. Como decía, conseguimos reventar una ventana alguna que otra vez; bueno, reventar quiere decir que deje de funcionar correctamente hasta que se te cuelgue o te explulsen. Y eso se consigue metiendo a veinte personas en la conversación.

También tiene su parte divertida el mezclar contactos de un lado y del otro, mezclar a gente que no se conocen ni tienen nada que ver y observar cómo se interrelacionan. Pero de eso también trataré otro día.

domingo, junio 19, 2005

Sobre la creatividad y otras aves migratorias

Quizá alguna vez me hayáis leído escribir -y no será la última vez- sobre la creatividad. Me encanta la gente creativa y además trato de ser creativo. Aunque eso no es una cosa que se puede intentar ser; se es o no se es; quizá no me estaba expresando bien.

En el trabajo, obtengo más satisfación de tareas creativas, que suelen ser las menos en esta profesión gris como el hormigón, y en esas ocasiones me da por pensar si en su momento hice una mala elección. Pero hay un gran inconveniente: si bien la musa no visita a quien no trabaja -no creo en la inspiración divina mirando a la luna- a veces, incluso rompiendo cientos de papeles a medio usar no se saca nada en claro. Y cuando se trata de una obligación, la situación es peor que incómoda. Así, no termino de dilucidar si realmente eso es lo que me gustaría, cuando con cosas que hago por mero entretenimiento paso por esos mismos trances.

- ¿Cómo puede una golondrina de 150 gramos transportar un coco de medio kilo?
- ¿Y si es una golondrina africana, que son más grandes?
- Pero es que las golondrinas africanas no son migratorias.

"Los Caballeros de la Mesa Cuadrada". Monty Python

sábado, junio 18, 2005

Adiós a mi árbol favorito

El hombre contra la naturaleza, la eterna contienda. La Torre de Babel, las alas de Ícaro.

Ayer lo vi talado. Cortado a un metro del suelo, pero aún se podía ver su "culpa". En la isleta de la parada del 25 ó el 26, a los años, había hecho parte de sí una barandilla; la había hecho ceder y luego la había asimilado en su tronco. Muchos años de lento crecimiento para poco a poco anotarse una victoria que una sierra mecánica iba a atajar en escasos minutos.

Me comprometo como homenaje póstumo a colocar aquí la fotografía que siempre quise hacer, pero que ya no será como la pensé.

Adiós a mi árbol, adios a ese plátano o castaño de indias. Quizá se alegren los alérgicos, pero para mí quedará el pesar de saber perdido al que desafió y venció; al que creció por encima de los impedimentos, a la supremacía de la naturaleza sobre la barbarie humana.

Quizá la primavera que viene vuelva a brotar...






jueves, junio 16, 2005

Estreno el capítulo de listas

Mujeres que me llaman la atención (y a las que irremediablemente tengo que mirar)

  • Las altas
  • Las que conducen coches grandes
  • Las que van en bicicleta por la ciudad
  • Las que desarrollan alguna aptitud artística
  • Las creativas y originales
  • Las pelirrojas
  • Las exóticas
  • Las que siempre sonríen
Esto no es un listado de qué características debe tener mi mujer ideal. Puede ser que me llame la atención y no me guste. O puede ser que me guste sin haberme llamado antes la atención .

Imelda Marcos

Para que sepas algo de mí: Me gustan los zapatos. Y me gusta llamar la atención; así que me gustan los zapatos particulares.
Verdaderamente no todos los que tengo se salen de lo normal, muchos de ellos se pueden considerar meros utilitarios.

El simple gusto por los zapatos da como resultado que tenga más de los que la media de personas de mi género, edad y segmento social tiene.

La combinación con mis tendencias exhibicionistas de mis accesos a mi lado femenino, me llevan a que mis caprichos sean, por ejemplo, unas botas japonesas "de animalito" (hola Isabel).

Otras veces uno se contiene y deja atrás unas chanclas de madera y cuero. Pero de una tienda de una marca de moda uno no puede salir vestido original.

De los deseos y las contradicciones

Nos empeñamos en querer lo que no tenemos y cuando lo conseguimos, lo despreciamos.
En vacaciones nos aburrimos y cuando trabajamos estamos deseando tener tiempo libre.

¿Es mejor no tener nada que hacer que estar muy ocupado?

Respondo yo mismo. Si estás ocupado, al menos, el tiempo pasa más deprisa. No hay nada peor que tener que estar en un sitio sólo por estar y hacer el paripé.

De momento me mantiene la historia de la factura 237. Y, por el mismo precio, garabateo en papel mensajes que luego transcribo a esta bitácora de viaje estático.

Moshi moshi; la llamada inesperada

El sábado pasado, por la noche, coincidiendo con el final del partido en el que el Betis se proclamaba Campeón de Copa y mezclada con las felicitaciones que recibí después por algo que no había hecho yo (por una vez no eran broncas por algo que yo no había hecho) se coló la llamada más inesperada de mi vida. Hacían ya dos años que no sabía nada de ella y ni se me había ocurrido nunca albergar alguna esperanza de volverla a ver. Había pasado un curso aquí y volvió a su país, Japón. (Sonando: No me pises que llevo chanclas. "Japón... mi'a questa lejo' Japón...") Ha vuelto, pero todavía no hemos quedado (*). Me hace mucha ilusión reencontrarme con ella y que me cuente que todo este tiempo ha conservado mi teléfono.

Konichiwa, Yuta. Genki?

(*) Es difícil seguirles el ritmo a los guiris.

Un horno rodante o un planetario aleatorio

De la boca de cualquier retrógrado hombre de las cavernas moderno podría salir la frase "eso es lo que tiene el progreso" cuando las innovaciones producen más prejuicios que beneficios.

Se llega antes y de una manera más descansada en coche. Pero en esta cultura de igualdad de derechos, cuando a todos nos da por pensar o hacer lo mismo, termina la cosa en colapso. Las felicitaciones de año nuevo o los atascos por las mañanas. Y cuando todos queremos tener coche -en mi caso, esto es, en mi casa, cuatro automóviles para cinco personas- se empieza a poner complicado encontrar dónde aparcarlo.

En la calle donde suelo dejarlo, como en cualquier otra o en una plaza de toros, hay dos opciones: sol o sombra.

Al sol, obtienes como resultado un horno rodante en el que te asas como un pollo asado. Puedes tener aire de lata o la tapicería de color claro para mitigar la canícula.

A la sombra, la que dan unos árboles, entre la savia que segregan sus hojas y los seres emplumados que habitan sus ramas, el parabrisas queda como una suerte de planetario aleatorio de ninguna parte.

Sinnead O'Connor o Manuel Luque

Dicen que las comparaciones son odiosas, pero hay veces en que uno no puede dejar de hacerlas. De vez en cuando quedan en la cabeza, como chatarra espacial en órbita, ideas, sensaciones o sentimientos que se plantan como patrones y se reflejan contínuamente en cada cosa nueva que aparece tratando de desbancarlos.

Desde los añorados tiempos de nuestra infancia tenemos grabado en la memoria ese lema comercial que dijo aquél pseudofilósofo catódico, que podría ser una buena premisa a seguir en casos así.

Por el momento no consigo tenerlo claro, así que continuaré mi propio debate. Y si hay suerte, entretanto, encontraré algo mejor.

Con la L verde

De momento y hasta que me acostumbre a manejar los controles de esta nave, procuraré ir despacio. Es excitante, pero igual no es recomendable lanzarse por ahí sólo con lo puesto.

miércoles, junio 15, 2005

Comienza la cuenta atrás: 10, 9, 8, 7, 6, 5, 4, 3, 2, 1... ¡DESPEGUE!


Cartografía cósmica; viajar para conocer, para elaborar un mapa. Un mapa que por ahora está en blanco. Un mapa de líneas y jalones, con estrellas a modo de marcas para los lugares por los que me guste pasar.

En el mismo lugar donde el todo y la nada son lo mismo, lo infinito y lo minúsculo es igual. Hasta allí quiero llegar.